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lunes, 3 de mayo de 2010

 Un pueblo llamado Marmato
Cuando los sueños se derrumban

Por Alejandro García Noreña

Pequeñas casas construidas alrededor de una montaña y que amenazan con derrumbarse. Familias humildes que viven al bordo del abismo, al bordo de la muerte. Niños que juegan con lodo, que se embarran las  manos y ven la vida de un color granate, pues tal vez nunca han salido de éste sitio. Hombres que trabajan con palas y picas, demoliendo poco a poco la montaña para sacar el más preciado mineral, para extraer oro; pero lo más extraño de todo, es que aunque sus manos palpan día a día el poderoso mineral  y sus ojos ven el resplandor de ésta piedra preciosa, sus bolsillos siguen vacíos y sus casas al igual que sus sueños derrumbándose.

Marmato es un  pequeño pueblo escondido en el departamento de Caldas, está a 1310 metros sobre el nivel del mar, construido sobre la ladera de una montaña, que poco a poco  está derrumbándose y acabando con las casas de muchos de sus habitantes. “hace año y medio un derrumbe se llevó la alcaldía, cuatro bares y varias casas, pero menos mal nadie murió, yo no sé que le pasa a éste pueblo pero poco a poco se ha ido cayendo” comenta José Melchor Ciro un habitante, trabajador y minero de Marmato.

Sus habitantes trabajan en diversas cosas, algunos tienen tiendas, otros restaurantes, también algunos bares, pero sin duda alguna la labor principal es la minería. Se levantan muy temprano todos los días y se dirigen a unos pequeños huecos, a unos angostos  túneles en medio de la montaña que sólo le permiten el paso a una persona a al vez, y eso que en ocasiones con dificultad. Su horario de trabajo es desde que sale el sol en la mañana, hasta que se pierde en las montañas ya al atardecer. Se la pasan sacando barro y picando piedra, para que con fortuna al final del día hayan encontrado la tan anhelada veta de oro.

El final del túnel
El trabajo es pesado, tal vez uno de los más difíciles, pero aun así se sienten felices y orgullosos de su tierra, “lo malo de trabajar en las minas es que uno gana muy poco dinero, todo le queda en ‘bandeja de oro’ a las multinacionales. Esto ya no es de nosotros, es más ni de Colombia”; dice “don Carlos” un antiguo minero de Marmato, que se gana alrededor de 130 mil pesos semanales.

Hay tanto oro en éste pueblo que la gente nombra las minas durante todo el día, y a la vez tan poco, que nada de éste se queda en poder de sus habitantes. Las minas son manejadas por personas muy ricas de otros lados, y peor aun por multinacionales que sólo explotan ésta tierra por el oro y sin importarles en lo más mínimo la salud y el bienestar de la comunidad.

Marmato está rodeado de calles empinadas, casas viejas y agrietadas, riachuelos de un color café oscuro y un fuerte olor a lodo, de gente morena y trigueña (en su mayoría), pero sobretodo de obreros y mineros, simples trabajadores, que se levantan día a día para ganarse un poco más de un salario mínimo, explotando su propia tierra, su propio espacio, su propia cuna.

Paradójicamente a pesar de ser un sitio tan rico, es un pueblo muy pobre. Hay poca seguridad, unos cuantos policías, y bastante desempleo. “Aquí lo que hace la gente del común es trabajar en las minas a no ser de que tenga su propio negocio, de resto no hay otra labor diferente” aclaran  autoridades de la alcaldía de Marmato.
                                                                                                  
El viejo y el nuevo Marmato
El Marmato de años atrás, el de los abuelos y tal vez el de los padres fue un lugar acogedor que abrió las puertas a muchas personas para salir de la pobreza, los mismos que se encargaron de darle, o más bien de no darle nada a los niños de hoy; unos niños que tendrán que empezar de cero a construir con sus propias herramientas el Marmato de mañana. “Los ricos de hoy fueron los pobres de ayer, fueron personas que necesitaron de éste pueblo para ser lo que son ahora, ojalá le devuelvan el favor a el Marmato que les ayudó”. Dice Gloria Rincón habitante del pueblo y dueña de uno de los principales bares de Marmato.

El Marmato de hoy es un pueblo acabado no sólo por la pobreza que habita allí, sino también, por los derrumbes que han azotado las pequeñas casas con el paso del tiempo. Ahora los niños tienen que sacar adelante y mejorar un pueblo lleno de ruinas un pueblo que los espera y los necesita.

El contraste de la realidad
Una montaña que emana oro por cada grano de su tierra, pero que su exterior está rodeado de pequeñas y viejas casas, muchas de ellas al bordo del abismo. Oro que ha hecho ricos a muchas personas y multinacionales de diferentes partes del mundo, pero que ha dejado en una gran pobreza a los habitantes del pueblo. Un pueblo con muchos ancianos que en su época lo tuvieron todo para salir adelante y sacar a sus familias de la ruina y ahora no tienen nada, talvez una pequeña casa y una moto para bajar a los pueblos vecinos por comida; pero hay niños que quieren ser grandes personas, posiblemente llegar a ser famosos, pero por culpa de no se sabe quien ahora únicamente tienen barro para empezar a esculpir su futuro. Solo queda empezar a construir una nueva tierra, para que de pronto, más adelante, sus casas brillen como el oro que nunca les perteneció y sus sueños no se derrumben como la tierra que nunca escogieron, pero les tocó.
        

 
    







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